Colegio "El Pilar"

Almirante Latorre N°1110

Liceo "El Pilar"

Anibal Pinto N° 550

Internado

Anibal Pinto N°520

Reseña

Los orígenes de la Congregación Ursulinas de Jesús

A principios del siglo XIX, época de profundos cambios con motivo de la Revolución Francesa (1789-1799), nuestros fundadores:  Louis Marie Baudouin y Carlota Ranfray, quedan sobrecogidos por el misterio de Jesús Verbo Encarnado y su Espíritu les urge a comprometer toda su vida al servicio de los que les rodean:  “tenemos que situarnos ante el mundo que nace, tal como lo recibimos de la Revolución, para colaborar en la transformación de esta generación, para renovar la Iglesia de Dios, ¡Gran proyecto! Las mujeres podrían hacer mucho en esta gran obra (Louis Marie Baudouin)”.

Ambos están atentos a los brotes de vida y perciben las urgencias del momento, que eran secundar a los sacerdotes, entregarse a la educación de la juventud, a la promoción de la mujer, al cuidado de los pobres y enfermos. Así este proyecto fue madurando en el tiempo y un 02 de julio de 1802 nace la Congregación Ursulinas de Jesús.

                                                                         Nuestra Raíces Fundacionales

 

 Luis María Baudouin (Francia 1765 -1792)

Nos situaremos a mediados del s. XVIII, en Montaigu, emplazada a unos 30 Km. de Nantes, que era encrucijada de camino, sede de comerciantes y gente campesina.

Los pobres tenían que contentarse con el pan seco que les distribuían por caridad, era habitual el espectáculo de niños raquíticos, mujeres y hombres deformes, contrahechos. Gente marginada, apacible, sumisa e inactiva. No había trabajo, ni se reunían las mínimas condiciones para desempeñarlo… En estas circunstancias la vida del pueblo resulta dura y penosa. El jornalero, pegado a la tierra de sol a sol, apenas puede ganar lo suficiente para dar de comer a su numerosa familia. La mujer tendrá que ocuparse de la casa y meter horas en servicios domésticos.

La miseria y la pobreza será, por consiguiente, el entorno que marcará la niñez de Luis María Baudouin. Y de este conocimiento, brotará en él la predilección por los más pequeños, débiles.

La familia Baudouin-Blanchard pertenecía desde muy antiguo a las clases pobres y populares.

Jean, trabajaba como jornalero en el campo, jardinero en el castillo de Montaigu y metía horas en la taberna, donde; ayudado por su esposa, Marie, ganaba algunas monedas más para sostener a sus ocho hijos.

Luis María, nacido el 2 de agosto de 1765, apenas cumplidos los dos años y medio perdió a su padre. Desde ese momento la familia estará a cargo de Marie Blanchard, su madre y la hermana mayor, Marie. Ambas trabajarán como sirvientas y en algunos momentos también de costureras.

Muy pronto Luis María pasó a estudiar al Colegio de Montaigu como alumno becario. Trabajador, piadoso y bien dotado, se le recordará siempre como adolescente vivo, muy sensible, tímido, pesimista, a veces susceptible, con gran capacidad de juicio y una personalidad rica en cualidades humanas. Su sentido de responsabilidad no impidió que en algunas ocasiones hiciera berrinche por miedo a algún profesor.

A los 15 años quedó huérfano por fallecimiento de su madre. Para entonces ya estaba decidido a ser sacerdote. Era un tema que había tratado hacía unos meses con ella, y también con su hermano, Pierre-Martin, que finalmente fue quien le orientó acerca del lugar concreto donde realizar sus estudios.

El 1 de septiembre de 1789, a los pocos meses de estallar la Revolución en Francia, Luis María Baudouin fue ordenado sacerdote. Celebró la primera misa en Montaigu, siguiendo después a Lucon, donde fue nombrado coadjutor de la parroquia regentada por su hermano. Desde el principio se entregó preferentemente a los niños, a los enfermos desvalidos, a los más pobres.

En Lucon la situación política fue enrareciéndose hasta el punto de que nombraron un obispo constitucional. Algunas parroquias se negaron a aceptarle como tal, y fueron clausuradas por él. Los hermanos Boudouin se decidieron entonces a celebrar la Eucaristía en las casas o lugares clandestinos.

A Luis María, las autoridades le prohibieron entrar en el hospital, donde ejercía la función de capellán. Él, sin embargo, desobedeciendo las órdenes y amparado en el apoyo popular, burlaba la vigilancia. Hasta que un día, cuando se encontraba a la cabecera de un moribundo, se presentó de improviso el obispo Rodríguez. El joven sacerdote le interpeló severamente, no permitiendo que atendiera al moribundo en su presencia. El obispo, humillado, optó por abandonar el lugar, pero lo hizo lleno de rencor. A las pocas horas ingresaba en la cárcel el primer sacerdote de la Vendée…

Durante varios meses estuvo preso Luis María en Fontenay. Su cercanía y sencillez atrajo la confianza de los compañeros de presidio, que, un día le hicieron partícipe de su complot: estaban preparando la forma de evadirse a través de una galería, que, pacientemente excavaban en los gruesos muros.

– Ven con nosotros, le dijeron. Te ayudaremos entre todos.

– Agradezco vuestra propuesta, respondió el sacerdote. No quiero sino dejarme llevar por la Providencia. Estoy en sus manos…

La fuga de los presos se realizó como estaba programado. Luis María fue acusado de nuevo, esta vez de complicidad. Le redoblaron la vigilancia, en espera del juicio, que tardaba en llegar.

Al fin, los jueces, no encontraron motivos de condena, le entregaron la libertad condicional. Todos los días, a las 11 de la mañana, debía presentarse en la cárcel para pasar un control. Esta situación forzosa le obligó a establecerse temporalmente en Fontenay, alejándose en un viejo desván, siendo acompañado a menudo por Pierre-Martin y su amigo G. Lebedesque, sacerdote de Lucon.

Pero las cosas no pararon ahí. La autoridad competente llamó, meses después, a los dos Baudouin para que expusieran con claridad su postura ante la Constitución Civil del Clero que la Asamblea Constituyente había aprobado en Paris, les ponían en la disyuntiva de prestar juramento de fidelidad o exiliarse.

El 26 de agosto de 1792 se vieron abocados a tomar una decisión. Pierre-Martin era partidario de salir de Francia, esperando que el exilio no se prolongaría demasiado. Por el contrario, Luis María prefería permanecer en la clandestinidad jugándose la vida. Al fin se impuso el parecer del hermano mayor: era más prudente marchar. Se incorporaría al grupo de 74 sacerdotes vendeanos que habían de tramitar la documentación y el pasaje necesario.

El 9 de septiembre de 1792, por la noche, embarcaban en Sables D´Olonne a bordo del “Jean Francois”. Se dirigían a Bilbao. Una fuerte tempestad desvió la ruta y el 14 del mismo mes llegaban a San Sebastián (España), desde donde realizan un peregrinar experimentando diversas dificultades hasta llegar a Toledo, donde se queda durante 4 años.

En Toledo podía permitirse el gozo de leer despacio y saborear en su totalidad la obra de Teresa de Ávila, Luis María Baudouin, recoge de su experiencia en Toledo, que la contemplación y acción deben ir a la par, o mejor ser una. El centro de su pensamiento será la misión con una llamada a la adoración, a la alabanza que brota de contemplar a Jesús y con Él a la Trinidad Santa.

La confianza, el abandono, la ternura, la llamada del Espíritu, que crece dentro de nosotros conforme nos vamos dejando modelar por Él. A estos habría que añadir otras cosas que irán apareciendo a lo largo de la Regla primitiva, los textos de Adoraciones, poemas, cartas y toda la obra de Luis María que rezuma espíritu carmelitano: realmente su encuentro con Teresa de Ávila ha sido importante.

Pero una de las improntas más fuertes que recibirá de España será el conocimiento de la vida y obra de Sor María de Jesús. Para él será un descubrimiento y la clave que explica la intuición fundamental de su vida El Misterio de la Encarnación.

Juntamente con la devoción a María Inmaculada, tan arraigada en España, hay que destacar el amor que sintió y expresó a la Eucaristía, de tan hondas raíces toledanas.

La fe, el paisaje, la religiosidad, el amor de los hombres y mujeres sencillos de la vieja Toledo iban dejando una huella imborrable en su espíritu y en su persona.

Otro acontecimiento que le toca vivir lejos de su tierra es:

Pierre- Martin, cayó gravemente enfermo en su ya crónica hidropesía. El día 4 de septiembre de 1796, cuando Luis María volvía de dar una vuelta por el campo le anuncian que su hermano está agonizando. Y a los 48 años de edad muere Pierre-Martin en brazos de su hermano, lejos de su tierra natal.

SU REGRESO A FRANCIA

 Luis María Baudouin había trabajado en España en la pasamanería. Le iba a ser fácil obtener un pasaporte como obrero manual. Además, su salud era precaria. Todo, en fin, coincidía de modo que, al fin, el 24 de junio de 1797 abandona definitivamente la ciudad de Toledo.

De Madrid salía el 1 de julio en dirección a Tarazona, pasando de nuevo por Zaragoza. Allí le esperaba, su amigo y compañero de viaje G. Lebedesque.

Llegan a la frontera. A pie, o como pueden, bajo el calor propio de la temporada, sin tener en cuenta las dificultades y penalidades de viaje, tan inseguro, se ponen en marcha: Bayona, Dax, Budeos… hasta Libourne, donde les espera J. Micheau, cuyo hermano José, capitán de navío, les facilitará la travesía a Sables.

Se visten de trabajadores para despistar a la policía francesa que en sucesivos controles sospecha de ellos porque, aunque lo disimulen, no se despinta su aire de curas… incluso en alguna ocasión, Luis María toma a un niño desconocido en sus brazos, como si fuera un ser querido, con lo que de momento burla la vigilancia de un grupo de soldados que les sigue los pasos.

Al llegar a Libourne ocultan a los dos sacerdotes en casa de la hermana de los Micheau. pero la policía andaba tras ellos. Por precaución tuvieron que cambiar de alojamiento, ya que de forma casi milagrosa se había librado. Durante cierto tiempo estuvieron escondidos en casa de una viuda, la señora Audeau y en combinación con su amiga la Srta. Sabathier, que se coordinaban mutuamente.

La situación era muy delicada. Un día anunciaron que iba a zarpar un barco desde Libourne a Sables. Transportaba sal y cereales. Su capitán, el Sr. Louineau, merecía toda confianza.

Metidos en unos toneles, los sacerdotes Luis María Baudouin y Germán Lebedesque hicieron la travesía. Así podían escapar a la policía y a la aduana. La noche del 14 de agosto 1797 tras un viaje molesto, pero feliz, arribaban a Sables D’Olonne. Volvían al mismo lugar del que partieron hacía 4 años y 11 meses.

El capitán Louineau, sabedor de la “mercancía” que llevaba a bordo esperó pacientemente hasta que se hubo despejado el panorama. En la oscuridad condujo a los dos “polizones” a casa de su pariente, la Sra. Gobert. Había que actuar con rapidez y precaución al mismo tiempo. Era imprudente que ambos se alojaran juntos. Así que decidieron que Luis María pasara al domicilio de la Srta. Guinemand, que, juntamente con otra vecina la Srta. Alizard se comprometía a ocultarle lo mejor posible para todos. Sería cuestión de ingenio y de habilidad. Un carpintero, amigo de la familia, les haría una escotilla con una trampa para casos de emergencia, que no iban a faltar.

 

Así, salvo algún breve paréntesis en casa de la Sra, Dupeix, Luis María inicia otra etapa de su vida. Serán dos años y medio sin ver el sol. Oculto en la realidad de un cristianismo de catacumbas, donde en comunidad eclesial, se irán clarificando y consolidando ideas y proyectos.

Es aquí en la clandestinidad donde conoce a Carlota Ranfray religiosa hospitalaria que había sido expulsada de su comunidad durante la revolución, es en estos encuentros donde ella vuelve a escuchar el llamado del Señor y a sus 45 años decide incorporarse al proyecto apostólico que comienza a tomar fuerza para levantar a Francia destruida en todas sus formas y es así como el 2 de julio de 1802 llegan 5 mujeres a Chavagnes en carreta, para dar inicio a la primera comunidad de las religiosas del Verbo encarnado.

Luis María fallece a la edad de 70 años el 12 de febrero 1835.

El 20 de diciembre de 2012 el Papa Benedicto XVI reconoció sus virtudes heroicas mediante Decreto por el que le dio el título de Venerable.

Luis María sacerdote francés fue restaurador de seminarios después de la Revolución Francesa y fundador de dos congregaciones religiosas: los sacerdotes FMI (Hijos de María Inmaculada y las Hermanas Ursulinas de Jesús).